viernes, 17 de diciembre de 2010

BILDUNG, PEDAGOGÍA Y SOCIEDAD ACTUAL





Lo que a priori, y culpando a las sucintas traducciones que nos llegan a nuestra mirada crítica, parece un término que no alberga mayor enigma que una interpretación de lo que podríamos llamar “formación”, encierra una evolución que ha viajado desde la llamada paideia griega hasta la concepción actual, no demasiado acotada en cuanto a traducción exacta se refiere, de lo que denominamos “Bildung”. Si queremos relacionar el término que nos concierne directamente con la formación y hacerlo de una manera escueta, podríamos referirnos a él como “la formación que prioriza la dimensión humana”.
Teniendo su germen en la historia de la educación en Grecia (en el mundo griego la educación es un hecho diferencial e inherente), la Bildung se construye definitivamente en torno a la filosofía y educación alemanas de los siglos XVIII y XIX.
Ya en la filosofía griega se edificaron las bases de un humanismo que lideraría Homero. Con este pensador a la cabeza, floreció la idea de la importancia del individuo, que se definía por la llamada areté, o excelencia personal; esa excelencia personal englobaba virtudes morales y espirituales que promovían la dignidad del ser humano.
Es sabido que la educación en Grecia iba, en términos generales, encauzada a conducir al hombre hacia la sabiduría, una sabiduría humana que difería de la educación técnica o profesional (techné). En contraposición a la techné se encontraba la paideia, que era la formación del hombre en todas las dimensiones que le eran propias como hombre. En su más alto grado, la paideia significaba la adaptación del individuo, en la medida de lo posible, a una imagen superior, a un ideal en el que coincidían todos los más altos valores de la cultura y que, por tanto, superaba el marco más elemental de la enseñanza profesional.
En resumen, la paideia trataba de encaminar a los hombres a la virtud, o a esa excelencia humana ya mencionada.
No es un misterio en absoluto la admiración profesada hacia el mundo griego y sus entretelas por parte de la Alemania del siglo XVIII, hecho que explica el porqué del desarrollo del sentido de nuestro término en tierras germanas.
A partir de la síntesis de Goethe sobre la paideia y el humanismo renacentista, donde describe el proceso de sazón del alma caracterizado por el cuidado espiritual de ésta, y el trabajo de Humboldt como creador de la Universidad de Berlín, diversos filósofos y poetas alemanes le darían al concepto de Bildung el sentido con el que ha llegado hasta nosotros. Será con ellos cuando, de nuevo, la formación del hombre sea entendida como algo más elevado y más interior que el simple aprendizaje de un saber profesional, como algo que procede del conocimiento y del sentimiento de toda la vida espiritual y ética de un pueblo y que, en consecuencia, se derrama cadenciosamente sobre la sensibilidad y el carácter del individuo. En definitiva, será con ellos cuando, de nuevo, se redima la idea de la formación humana como la más grande y trascendental de todas las tareas educativas posibles.
Sin entrar a analizar la evolución y los orígenes más inmediatos de la cultura del Bildung, podríamos decir que ésta es la hija moderna/contemporánea del humanismo esbozado y desarrollado en la antigua Grecia.
En nuestros días, tanto la teoría como la lógica nos dicen que este modo de entender la educación ha sido digerido y asimilado por todos los profesionales encargados de la formación de personas en prácticamente cualquier ámbito, y especialmente en el campo de las ciencias de la educación.
Durante años hemos escuchado hasta la saciedad términos como “educación integral”, “educación humanística”, “atención a la diversidad”, “individualización”, “educación moral y cívica”, “conciencia social”, etc.; sin embargo, seguimos presenciando día tras día que lo verdaderamente importante de acuerdo con las exigencias de la sociedad actual, es la formación técnica, la formación que implica que las personas sean profesionales cualificados y acreditados con un título oficial otorgado por éste u otro organismo.
En confrontación a este funcionalismo técnico, y desde la más profunda teoría subyugada, se propone la tarea pedagógica como un fin infinito, apostando por una formación integral y permanente, lejos de considerar la idea de que un día somos jóvenes e inexpertos y otro día, una vez licenciados, somos maduros y personas bien formadas.
Estos propósitos de corte humanístico responden al perfil de la Bildung, y evocan un cambio sustancial en la práctica educativa, ya que apuestan por que el resultado de la formación no se produzca del mismo modo que se logran los objetivos técnicos relacionados con contenidos académicos meramente funcionales, si no por que surja poco a poco, a lo largo de la vida y de un proceso interior de constante desarrollo, donde el ámbito interno de cada persona juega un papel fundamental.
No cabe duda que las ideas desarrolladas por los pensadores alemanes partidarios de este tipo de formación, son todas ellas portadoras de un sustento y propósito positivos, al menos en el ámbito humanístico. Términos como “formación integral”, “autoformación” o “formación permanente” encierran lo que podría ser el núcleo de los ideales pedagógicos actuales.
Sin embargo, y precisamente atendiendo a este término de “ideal”, podemos llegar plantearnos qué utilidad real tienen estas propuestas en el mundo actual, para qué nos sirve marcar nuestro objetivo en la formación propia y permanente del hombre, cuando el hombre contemporáneo es una pieza más de un mundo que se mueve a través de un escudo llamado “capitalismo” y funciona, laboralmente hablando, a través de la profesionalización inmediata y masiva.
Si ya desde las posturas realistas y positivistas del siglo XIX, se esgrimía que la idea de formación según la corriente de la Bildung no tenía ninguna finalidad concreta, en el siglo XX hemos tenido que presenciar su decadencia absoluta en el ámbito académico, ya que en la pasada centuria se experimentó un proceso imparable de especialización que dio lugar al auge técnico y científico sin precedentes. Esto supuso el enterramiento de las divagaciones sobre el verdadero sentido de la educación, por lo que a lo largo de este periplo, apenas se pudieron oír posturas contrarias a la concepción utilitaria de la educación.
El desprestigio de la formación humanística trae como consecuencia inmediata, por un lado, la caída profesional de carreras de formación en humanidades o sociales, llamadas vulgarmente “carreras de letras”, y por otro, el gran salto hacia el mundo profesional y laboral de personas con formación en carreras de corte científico y técnico, que ya por regla se consideran como utilitarias en la sociedad actual.
Teniendo en cuenta esta situación, cabe preguntarse si el trabajo desempeñado por los pensadores idealistas alemanes ha caído en el pozo de la inutilidad y si todas las teorías humanistas desarrolladas respecto a la educación resultan o no útiles para cubrir las necesidades consideradas básicas en la actualidad, siempre al respecto de las finalidades de la formación educativa.
La realidad nos dice que una formación centrada en el completo desarrollo de la persona, de carácter permanente y duración ilimitada, es completamente inútil en una sociedad en la que las personas se agrupan homogéneamente, se paraliza la formación con un título oficial y se vive con tanta celeridad que no hay tiempo para autodesarrollarse.
Pareciendo, en esta tesitura, que la muerte de la teoría de la Bildung es algo lógico y presupuesto, autores contemporáneos como Ernst Gombrich, Hans-Georg Gadamer y George Steiner nos han demostrado que sigue viva y que todavía hay personas que apuestan por ella y por la idea de que lo más sugestivo de esta concepción humana no es que pueda aplicarse al ámbito académico, si no que al contrario de lo que dicta la pedagogía positivista, supera el ámbito meramente institucional para tratar de pactar directamente con el individuo y con su conciencia.
Si bien es verdad que autores como Gadamer han considerado el proceso como algo genuinamente histórico y directamente relacionado con las ciencias espirituales más que con el academicismo y la funcionalidad, queda claro que esta corriente contemporánea confraterniza más con la filosofía de la Bildung que otras relacionadas con la pedagogía positivista, realista o crítica. Respecto a las máximas de la Bildung, Gadamer supo agruparlas en una sentencia que decía que “el resultado de la formación no se produce al modo de los objetivos técnicos, sino que surge del proceso interior de la formación y conformación y se encuentra por ello en un constante desarrollo y progresión”.
Lo que realmente caracteriza a la filosofía de la Bildung y la hace sugerente es que a diferencia de otras teorías pedagógicas, supera los muros académicos y funcionales para dirigirse a todos los individuos con un claro mensaje que nos dice que la educación no termina en los umbrales de la escuela, el instituto o la universidad, si no que es un proyecto y proceso personal que debe acompañarnos allá donde vayamos, siendo una tarea interna, imperecedera, permanente y atemporal.